El poder del Señor esté con todos nuestros evangelistas…
“Todos los vecinos se llenaron de temor, y por toda la región montañosa de Judea se comentaban todas estas cosas. Los que las oían se quedaban pensando y decían: ‘¿Qué llegará a ser este niño?’ Porque la mano del Señor estaba con él” (Lucas 1:65-66).
Meditando en esta Palabra, quiero recibir la enseñanza que nos da:
(1) La razón por la que “todos los vecinos se llenaron de temor” (Lc 1:65) fue porque el sacerdote Zacarías no creyó en la palabra de Dios que había recibido por medio del ángel Gabriel: “Zacarías, no tengas miedo; tu oración ha sido escuchada. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan” (v.13). Como consecuencia de su incredulidad (v.20), cuando el niño Juan nació (v.57) y a los ocho días fue circuncidado (v.59), Zacarías pidió una tablilla y escribió: “Su nombre es Juan” (v.63). En ese mismo instante “se le soltó la lengua, comenzó a hablar y alabó a Dios” (v.64).
(a) Desde la perspectiva de los vecinos: ellos sabían que unos 9 o 10 meses antes, Zacarías había entrado al templo para ofrecer el incienso (v.9). Al ver que tardaba mucho en salir, se sorprendieron (v.21). Cuando finalmente salió, no podía hablar (v.22). Y ahora, casi un año después, cuando Zacarías escribió el nombre del niño como Juan, en ese mismo instante comenzó a hablar y a alabar a Dios. ¡Qué gran temor debieron de sentir al presenciar esto! (v.65).
(i) Ese “temor” no era terror, sino reverencia sagrada ante un hecho sobrenatural. Era el asombro de haber presenciado el cumplimiento minucioso del plan de Dios (Hokma).
· Esta misma reverencia se observa cuando el ángel del Señor apareció a Zacarías en el templo y él se turbó y tuvo miedo (Lc 1:11-12).
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La reverencia hacia Dios no es miedo como de terror (Éx 20:20), sino la respuesta natural del pecador al enfrentar la santidad de Dios (Éx 19:16). Es el comienzo de la sabiduría (Sal 111:10; Prov 1:7), fuente de vida (Prov 14:27), y un tesoro para el creyente (Is 33:6). Quien teme a Dios exalta Su nombre (Sal 22:22-23) y recibe Su misericordia (Sal 103:13). Así, el temor reverente nos lleva a perfeccionar la santidad (2 Co 7:1).
(2) “Y se comentaban todas estas cosas por toda la región montañosa de Judea, y los que las oían las guardaban en su corazón” (Lc 1:65b-66a). Estas “cosas” eran los sucesos en torno al nacimiento de Juan: Zacarías quedó mudo por no creer, y luego recuperó el habla para alabar la grandeza de Dios.
(a) Al pensar en los “rumores”, recordé cómo Satanás difunde falsos rumores dentro de la iglesia para dividirla, usando palabras inventadas (Neh 6:8).
(i) También recordé a la iglesia de Antioquía y la de Tesalónica, famosas por su testimonio. Oro para que nuestra iglesia sea como ellas: que se diga de nosotros que “el poder del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor” (Hch 11:21-22). Y que, como en Tesalónica, nuestra fe se difunda por todas partes (1 Tes 1:8).
(b) Este pasaje me hizo recordar los funerales de la hermana Jang Eul-soo y del pastor Kim Chang-hyuk en 2008. En sus últimos momentos en la tierra, alababan a Dios con el himno “Cuán grande es Él”, con lágrimas de gratitud por la salvación recibida. También recitaban el Salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta… En la casa del Señor habitaré para siempre.” Su último testimonio fue hermoso: alabanza a la grandeza del Señor. Yo también deseo terminar mi vida así, alabando a Dios hasta el final.
(c) La Escritura dice: “Todos los que lo oían lo guardaban en su corazón” (Lc 1:66). Esto me recuerda a Lucas 2:19: “María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.”
(i) Cuando los pastores contaron lo que los ángeles les habían dicho acerca del niño Jesús, todos se asombraban (Lc 2:17-18). Pero María, en cambio, atesoraba y meditaba esas palabras en lo profundo de su corazón (v.19).
· Ella no dejó pasar los acontecimientos a la ligera, sino que buscó entender la voluntad de Dios. Esa meditación la condujo a la obediencia y a confiar en la obra completa de su Hijo Jesús.
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También nosotros debemos guardar en el corazón la Palabra de Dios, meditar en ella profundamente y obedecerla con humildad, conforme el Espíritu Santo nos la haga entender.
(3) “¿Qué llegará a ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él” (Lc 1:66). Los que oyeron del milagro de Zacarías comprendieron que la mano del Señor estaba sobre Juan, vistiéndolo de poder y cuidándolo.
(a) Por eso decían: “¿Qué llegará a ser este niño?” Seguramente pensaban que sería alguien especial y extraordinario (Internet).
(i) Según Hokma, esta pregunta reflejaba la expectativa de lo que Dios haría con él como Su siervo para el pueblo.
· Al pensar en esta expectativa, yo también oro para que se cumpla en nuestra iglesia la promesa de Hechos 11:21: “La mano del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor.”
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Así como la mano del Señor estaba con Juan (Lc 1:66) y con aquellos que predicaban en Antioquía (Hch 11:21), oro para que el poder del Señor esté con todos nuestros evangelistas en la Iglesia Presbiteriana Victoria, para que con valentía prediquemos el evangelio de Jesucristo y muchos crean y se vuelvan al Señor.
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